Grabación en Colmenar de Oreja
Cuando las cosas se hacen con ganas y buena voluntad, tienen que salir bien por narices. Esto lo dice Jesús Haro, zambombero de pro, que el domingo se puso delante del micrófono sin apenas haberle dado tiempo de cambiarse el mono, porque venía el hombre de sulfatar las viñas, y con las ganas de que aquello quedase para la historia. Y así fue.
Grabamos un tema con el Teatro Diéguez (ese teatrito decimonónico que es una de las joyas de Colmenar) a puerta cerrada. Un tema de los de caerse de rodillas con dos lagrimones resbalando por las mejillas. Un tema en el que los protagonistas son ellos. Los zambomberos y zambomberas.
Porque no podía ser de otra manera.
Y que pasará a formar parte de nuestro primer trabajo discográfico. Esa ópera prima que con tanto mimo, tanto amor, tanta meticulosidad y tanta chulería castiza estamos urdiendo. Mimbre a mimbre.
Todos los que nos acompañaron en la grabación, nuestro querido técnico de sonido Luis Lozano Diego, nuestro cameraman de excepción Oscar Ortego Agustín, y el resto de acompañantes salieron el sábado de Colmenar repitiendo el mismo mantra:
Qué potencia.
Qué autenticidad.
Qué manera de vibrar el cosmos a su alrededor tan positivamente.
Así son los zambomberos.
Que ya no se les puede querer como a un amigo. Que hay que quererles como a hermanos. Coño ya.
Porque ellos saben mejor que nadie aquello que nunca me canso de repetir, que la verdad y la mentira no existen. Existe lo auténtico como concepto metafísico, que va más allá de cualquier validación de tipo antropológico. Ellos lo demuestran cada vez que empuñando la caña de la zambomba, lo mismo te atajan por las Jotas Barranqueras, que te cantan «Mi gran noche» de Raphael, con el mismo bordón ensartado en la misma púa. Con la misma emoción. Y el mismo pulso a la vida en la garganta.
Gracias, hermanos.
Agradecimiento especial a Bodegas Jesús Diaz e Hijos de Colmenar de Oreja. Que estupenda manera de rematar el día.